Es una obra de teatro, escrita por Tirso de Molina entre 1612 y 1625 y se recoge en mito de Don Juan por primera vez.
Es una obra situada en dos partes, la primera empieza en Nápoles, y luego continua en Sevilla.
Un joven llamado Don Juan Tenorio seduce en Nápoles a la duquesa Isabela haciéndose pasar por su novio, el duque Octavio, pero ella lo descubre y tiene que huir, en esto, le ayuda su primo Don Pedro, amigo del rey y que siempre le va a salvar de los castigos del rey.
Tras esto, Don Juan viaja a España y naufraga con su criado Catalinón, al llegar a la orilla una pescadora, Tisbea, les ayuda tras haber oido sus gritos. Mientras Catalinón busca ayuda, Don Juan seduce a la pescadora y la goza en su cabaña, tras esto, Don Juan vuelve a huir hacia Sevilla.
Cuando Don Juan y Catalinón regresan a Sevilla, el escándalo de Nápoles llega a oídos del rey Alfonso XI, soluciona la burla con el comprometimiento con Isabela
Mientras, Don Juan se encuentra con su conocido, el Marqués de la Mota que dice que Ana que es la más bella sevillana llegada desde Lisboa, Don Juan tiene la imperiosa necesidad de gozarla y, afortunadamente para él, recibe la carta destinada al Marqués, al que luego informará de la cita pero con un retraso de una hora para así él gozar a Ana. De esta manerda, Don Juan burla al marqués y va a gozar de Ana, pero Ana se da cuenta del engaño y llama a su padre Don Gonzalo de Ulloa a quien se enfrenta Don Juan matándolo.
Mientras se encuentra lejos de Sevilla, lleva a cabo otra burla, interponiéndose en el matrimonio de dos plebeyos, Aminta y Batricio, a los que engaña hábilmente: en la noche de bodas, Don Juan llega a parecer interesado en un casamiento con Aminta, quien lo cree y se deja poseer.
Don Juan regresa a Sevilla y se encuentra con la tumba de Don Gonzalo y se burla del difunto, invitándole a cenar. Sin embargo, la estatua de éste acude a la cena ("el convidado de piedra"). Luego, el mismo Don Gonzalo convida a Don Juan y a su lacayo Catalinón a cenar a su capilla, y Don Juan acepta la invitación acudiendo al día siguiente. Allí, la estatua de Don Gonzalo de Ulloa se venga arrastrándolo a los infiernos sin darle tiempo para el perdón de los pecados de su “Tan largo me lo fiais”.
Tras esto se recupera la honra de todas aquellas mujeres que habían sido deshonradas, y puesto que no hay causa de deshonra, todas ellas pueden casarse con sus pretendientes.
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